Soy Francesco Cesare, hace ya tiempo que no veo la luz del día si no es a través de estas ventanas, no se si la volveré a ver estando afuera. No quiero pensar que estoy perdido aquí con estas personas, que ya no hay esperanza… en el peor de los casos no terminare de escribir estas palabras, así que me apresurare.
Nací en Córcega, en el poblado de Sartè al sur de la isla, cuando cumplí 10 años me fui a vivir a Sicilia con toda mi familia, parecía ser que mi padre había conseguido un buen trabajo para un rico empresario en ese lugar. El era contador y el trabajo en Córcega escaseaba, a mi madre no le gustaba la idea de su nuevo trabajo, pero la necesidad nos obligo a salir de la isla.
Un día, 10 años después de llegar a Sicilia, me entere de que iba el trabajo de mi padre de la peor manera posible; incluso parece de película, el empresario era uno de esos famosísimos capos del tráfico de armas y lavado de dinero en toda Sicilia, necesitaba a una persona que le ayudara con las cuentas, ya que el anterior había tenido un accidente meses atrás. Una noche mientras yo regresaba de cazar unas liebres escuche unas personas discutiendo en mi casa decidí esperar a que cesaran los gritos y maldiciones para entrar, los gritos de mi padre fueron silenciados con el sonido de dos balas, entonces escuche como subían la escalera y lo mismo sucedía con mi madre. Cuando vi la luz de mi habitación encendida decidí esconderme y regresar por la mañana, seguramente me estarían buscando.
Me escondí en un poblado muy pequeño, casi una aldea, donde me entere de que Don Giuliani, como lo llamaban en la aldea, se deshizo de uno de sus hombres, como me dijo el anciano que todo sabía del pueblo Si, si, mató a ese que le lleva las cuentas, y a su mujer, el hijo no estaba… pobre de el si lo encuentran parece ser que el anciano no sabía quien era yo. Un día me cole en casa, aún acordonada por la policía (que levantaría un reporte de robo con violencia, todos en Sicilia sabían que la policía estaba en nómina de Giuliani), y tome algunas cosas que me servirían, dinero, comida y mi escopeta. Necesitaba moverme rápido, pero no podía tomar ninguno de los autos, ni la camioneta, las reconocerían, necesitaba otro transporte, así que me escabullí a casa de Giacomo, uno de mis vecinos y amigos de cacería que también le gustaba pasearse en su nueva motocicleta por toda la ciudad, quería más esa Honda que a su madre, puedo jurarlo. Giacomo, si estás leyendo esto quiero que me perdones, yo robe tu motocicleta y deje que se hundiera en las costas de Palermo para evitar que me rastrearan.
Como ya dije, tome su motocicleta y me fui. No tengo la más mínima idea de que fue lo que hice después, es decir, mientras conducía hacía Palermo, no sabía a donde ir, no tenía dinero, ni nada que me sirviera, solamente sabía que tenía que salir de ésta isla. Sabía que si hablaba con alguien, si me veía algún conocido podría considerarme hombre muerto, por ello cuando llegue a Palermo lo primero que hice fue deshacerme de la motocicleta y esconderme en los muelles, pase días comiendo sobras de pescaderías cercanas y viviendo de algunas limosnas. Al paso de las semanas sabía como funcionaban las guardias de los barcos, sabía horarios y rutas, así que no me costó mucho colarme a uno de ellos con ruta a Nápoles, la ciudad de mis padres.
Dormía en la zona de carga y robaba algunas cosas para comer, si me encontraban y me deportaban una ves que llegáramos a Italia me vería en serios problemas, y el menor de ellos sería la policía. Cuando llego el barco espere a que fuera de madrugada para evitar ser visto, cosa que no funcionó, un guardia se me acerco para interrogarme, o simplemente para darme las buenas noches, me sentía tan amenazado que no pregunte, lo golpee en la cabeza con un tubo que tenía a la mano y le até las manos con las cuerdas de sus botas, mientras no despertara tendría algo de tiempo para correr, tome su arma y municiones por lo que pudiera ofrecerse.
Pase días vagando por las calles viviendo de pequeños trabajos que la gente me daba al momento, sabía que no podía permanecer mucho en un mismo lugar, y menos uno tan cercano. Un día mientras trabajaba sacando borrachos de un bar escuche a unas personas, en su mayoría jóvenes, hablar sobre una especie de concierto en Wacken, una ciudad al norte de Alemania, pensé que sería un buen lugar para empezar la huida, escuche que la forma más barata de ir era por medio de aventones en la carretera, decidí que lo haría de esa forma. Cobre mi último día y salí esperando que alguien decidiera acercar a un completo extraño a esa ciudad, pasaron muchas horas, ya casi oscurecía cuando paso un anciano que llevaría a 3 personas a Wacken, si le daba algo de dinero me llevaría a mi también, le di los últimos euros que me quedaban, tendría que buscar algo que hacer cuando llegará a esa ciudad.
Hable poco con mis acompañantes durante el camino, no quería hablar con nadie si no me veía forzado a hacerlo, solamente quería llegar a donde fuera que pudiera descansar un poco, no había pasado mucho tiempo y ya estaba harto de todo lo sucedido, no quería saber nada del mundo, quería salir de él… pero no podía, tarde tiempo en asimilarlo, pero lo que quería era venganza, quería que aquellos hombres que se cargaron a mi familia sufrieran más que en el mismísimo infierno, y yo sería quien se encargaría de ellos. Aquí es, ¡baja! que ya tengo que regresar, palabras del anciano que nos llevo a Wacken, palabras que me hicieron salir de mis pensamientos para sentirme una vez más motivado, con ganas de lograr algo, aunque fuera algo tan bajo como una venganza.
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