lunes, 21 de mayo de 2012

Honor y orgullo

Nadie sabe cuánto tiempo duró la lucha, pero fueron más de 3 años.

Las costumbres del lugar impedían matar a los perdedores. Tener una vida sin honor era suficiente castigo para ellos. Gracias a ellos regresó a casa, sin caballos, los escudos estrellados, las espadas melladas, las armaduras oxidadas.

Entraron al castillo y fueron recibidos en silencio, no había más que un estandarte negro colgando sobre el arco de la puerta, señal de la derrota.

Entró a la sala y ordenó que se llevaran el trono. Las derrotas tenían un protocolo que había de ser respetado. El estandarte negro, reemplazar el trono por un simple banco de madera, ya no podía llevar los colores de su casa en sus ropas.

Durmió durante día, al despertar se vistió para ir de cacería, sólo, como siempre lo hacía.

Cabalgó hacia el bosque, se internó demasiado, buscaba el antiguo lago. Aquel lago en el que tu mismo te respondías. Muchos dicen que era una leyenda, pero él lo conocía desde hacía años.

Lo encontró, era un lugar bello. Árboles al rededor, pasto verde como los campos de Alba, la tierra libre al norte de la isla, y flores, muchas de ellas.

Se arrodilló ante el lago y miró su reflejo, dudo en preguntar pero al final las palabras salieron de su boca:

¿Por qué?

¿Y me lo preguntas a mi? ¿Cómo te vas a responder una pregunta que tu mismo saber que no tiene respuesta?

¡La tiene! Sé que la tiene.

Sí, y ya la sabes, deja de desperdiciar nuestro tiempo. Pregunta algo con sentido.

¿Qué sigue? Tengo miedo

Es normal, el honor y el orgullo se pierden muchas veces, pero cuando se pierden por culpa de otro provocan ira. El tener miedo es señal inequívoca de que fuiste tu quien se despojo de su propio honor. Confiaste demasiado en una victoria que tenías, pero no te atreviste a dar el golpe. Lo siento… esa fue la respuesta a tu primera pregunta. La segunda es más fácil de contestar, pero más difícil de lograr.

La primera no me importa ya, eso sucedió y no lo puedo cambiar. Quiero saber qué hacer ahora.

Deja de arrodillarte, deja de dar lástima. Nadie quiere a alguien que da lástima. No necesitas un trono ni los colores de tu casa para recuperar el orgullo propio, el honor es para ancianos que no tienen nada mejor en lo que pensar, tu tienes una maldita vida por delante, no la desperdicies.

Gracias… creo.

¿Gracias? Se agradecen los consejos y los cumplidos, la realidad no se agradece. Levántate, alza la cabeza, no necesitas nada más. Perdiste una guerra, y de una forma patética, pero no quiere decir que no puedas hacer algo más. Nunca olvides tu derrota, nunca olvides este día. Los demás no te permitirán hacerlo.

Recuerda porque está encantado este lago ¿A quién se le pide consejo aquí? A uno mismo, ¿por qué? Porque nadie más puede ayudarme, nadie más puede ayudarte, sólo tu. Y tu y yo somos la misma persona ¿lo haz olvidado? Pero también yo soy el único que puede dañarme, tu eres el único que puede dañarte.

No lo he olvidado, y espero no hacerlo.

Vete.

A partir de ese día levantó sus tierras y se preparó para la siguiente guerra, no conocía a su enemigo, no conocía el campo de batalla, no sabía que esperar, pero ya no tenía miedo, a los ojos del resto no tenía nada que perder y eso lo haría pelear mejor.

domingo, 11 de marzo de 2012

Desconocido: Capítulo 6

Una mañana muy luminosa llegó el mencionado paquete al domicilio del “viejo” reportero. Siempre aparentó menos edad de la que tenía, pero ahora con 31 años parecía de 50, las depresiones, los medicamentos, las salas de emergencia, las cicatrices en sus muñecas lo hacían parecer mucho más viejo.

El cielo estaba despejado, el día parecía perfecto, lástima que su correspondencia se encontraba cargada de desgracias. Abrió el paquete, había un sobre y una pequeña caja de cartón. El sobre contenía la ya referida nota, la leyó varias veces, intentó pensar que podría ser, le daba terror abrir el paquete y ¿a quién no le daría? Finalmente lo abrió.

Vio todas las fotos, se escandalizó, le dio asco, miedo, tristeza y al final alegría ¿por qué? Bueno, era una forma de recuperar su carrera, eso está claro, pero eso no era lo que le alegraba, sino la última foto. Fechada hacía menos de una semana aparecía una persona que reconoció.

Pero ¿cómo era eso posible? Hacía años que había desaparecido, no podía estar ahí y menos con la fecha… Era falsa, ¡sí! eso debía ser, la fecha era falsa. Ojalá en la foto no hubiera aparecido un periódico con la misma fecha que tenía escrita en la parte trasera. ¿Qué cómo era la foto? No lo creerían si se los dijera, pero no era una foto de alguien que estuviera atada y amordazada a una silla, estaba en una cocina, sosteniendo una taza con café o té, todavía con el pijama puesto y un reloj de manecillas en la pared que marcaba las 10:00 de la mañana en punto. Al fondo de la foto se veía un árbol con un columpio colgado de él, pero lo sorprendente era que ella miraba a la cámara y sonreía, ella conocía al que le había tomado la foto. Pero no sólo eso, todo parecía indicar que también había consentido que lo hiciera, se le veía una sonrisa sincera, dulce.

No es posible, nunca la encontró la policía, buscaron hasta debajo de la última piedra. Yo estaba con ellos, ¡Yo ayude a buscarla, por Dios! ¿Cómo puedes hacerme esto? Necesito un trago…

Al final no bebió, sabía que eso podría traerle problemas. Se sentó en su escritorio, colocó todas las fotos en la pared de corcho que tenía a su lado, esa pared que había visto muchas fotos y muchos reportajes que al final no vieron la luz del día, si tan solo nos pudiera hablar.

Había una foto que le llamo la atención, la misma que la policía decidió no sacar a la prensa por el miedo que les provocaba alterar a una sociedad tan conservadora como la de esa ciudad. Estaba marcada por detrás con un símbolo demasiado irónico, el cuál te daba una idea de que tan perversa era la mente de esta persona. Por un lado veías el brazo marcado y ensangrentado, a pesar de que los cortes no eran muy decididos se veía que fueron hechos con violencia, posiblemente intentando reprimirla, y por el otro lado, dibujado con un bolígrafo común una sonrisa igual a esta =)

Decidió que guardaría esa fotografía para después, comenzó a escanear todas las imágenes, a restaurar su sitio web y a hacer un borrador a mano sobre la noticia que pretendía difundir. Aunque no era reconocido y era mal pagado, la mayoría de las personas de la ciudad visitaban su sitio, pero todas lo negaban “¿Yo? ¿Leer a ese fracasado? Eso no es digno de una persona como nosotros”.

sábado, 15 de octubre de 2011

Compaña

En sus 21 años de vida no había tenido nada interesante que hacer, trabajo un tiempo en las minas y después se dedicó a poner bebidas en el bar del pueblo, las propinas de una noche eran mejores que lo que podía ganar en las minas en una semana (contando lo que ganaba de las apuestas que hacía con sus camaradas).

Cuando llegó la guerra mintió sobre su edad para no ser llevado de conscripto, al principio la gente del pueblo lo veía como un traidor, incluso lo despidieron del bar donde trabajaba… Y sus padres no querían un traidor en casa, así que se fue a la capital. Encontró trabajo en la oficina de correos, desde abajo, es decir como ángel de la muerte, sería él el encargado de llevar los telegramas a las familias que habían perdido un miembro en combate, y sí, la mayoría eran para su pueblo.

La primera semana no fue bien recibido, le cerraban la puerta en la cara, lo golpearon y atracaron varias veces, lo normal para una persona de su clase en una sociedad conservadora y retrógrada como esa. Al paso del tiempo la gente cambio, ya que era la persona más joven del pueblo, con 23 años. Las viudas se le insinuaban, él le correspondía a algunas, pero realmente no podría con todas, las señoras que habían perdido un hijo le invitaban la cena, la cual aceptaba gustosamente.

Jamás paso de repartidor de la oficina de correos, cosa que le hizo reconsiderar su viejo pueblo, y así fue. Recuperó su trabajo, pero ahora se dedicaba a la parte administrativa del bar, cosa que hacía con un talento nato.

Una noche mientras veía la silueta desnuda de una de todas esas viudas a las que les correspondía comenzó a escuchar cadenas arrastrándose por la calle empedrada del pueblo, el sonido cesó rápidamente. Esa fue la primera de muchas noches que escuchó las cadenas, después el sonido no se iba, lo acosaba toda la noche y un par de meses más tarde las cosas empeoraron.

Cadenas, había aprendido a vivir con ese sonido por las noches ya no lo asustaba, ahora lo comenzaba a despertar un penetrante olor a alquitrán e incienso, no tardó en comenzar a escuchar cánticos, como si fuera una procesión en misa de réquiem. Fue entonces cuando despertó a una de esas viudas y le preguntó si escuchaba eso, al parecer él era el único que lo escuchaba.

Cansado de tantas dudas fue a hablar con el sacerdote, él nunca fue muy religioso, por ello  no recordaba el nombre del sacerdote, que lo había bautizado, le había dado la comunión y la confirmación (y ese mismo hombre, el sacerdote, era el causante de que muchas mujeres del pueblo hubieran tenido que huir embarazadas, pero no existía forma de comprobarlo, aún se andaba en caballo y carreta).

Luego de unos tragos y promesas de mujeres, el sacerdote le explico que por error lo bautizó con óleo de la extrema unción, culpa de una resaca mal curada. La leyenda dice que sólo esas persona son capaces de ver y escuchar a las almas que vagan por los caminos cercanos a los pueblos buscando quién se les una. La explicación no tranquilizó al joven, y el sacerdote solamente pudo decirle Jamás aceptes la cruz que lleve aquél que encabece la marcha.

Santa Compaña

sábado, 17 de septiembre de 2011

Candados

Llegó al bar al que le tocaba ir a trabajar los jueves, las propinas eran buenas… Trabajaba contando historias, sacando borrachos y sirviendo bebidas, esa noche llego cansado, su mujer hacía unas horas que lo había dejado, se había ido y él no sabía a dónde. No tenía historias preparadas, así que hizo lo que su maestro le había prohibido terminantemente cuando empezó a enseñarle “Jamás cuentes nada de tu vida, terminarás por contaminar todas tus historias y arruinarás tu carrera” Nadie sabía nada de él, así que se imagino que no existiría problema.

Comenzó su historia llevándole tarros de cerveza pura de malta a la mesa de los guardias que recién terminaban su guardia:

Cuando egresó de la carrera de escribano y contador no se imagino nada de lo que les voy a contar, y creo que son de esa clase de cosas que uno nunca se imagina que le sucederán.

Fue en uno de esos viajes, que hizo por causa del trabajo, cuando llegó a tierras de lo que llamaban “El Viejo Mundo” y se tomó la última semana que tenía para conocer más el lugar. No le interesaba mucho conocer la cara turística de los lugares, prefería pasear por donde paseaban los locales, comer donde ellos y, en la medida de lo posible, vivir como uno más de ellos.

Reservó una habitación en una casa de asistencia en el centro de la ciudad y, aunque tenía todos los servicios, lo cierto es que sólo la usó para medio dormir durante esos diez días. Un día mientras caminaba por el extraño complejo de puentes, que parecía una madeja mal enredada, vio en uno de los nodos un anciano contando historias del lugar a los turistas, pensó en pasar de largo pero las siguientes palabras lo hicieron detenerse:

y es por eso que hay tantos candados en todos los barandales de estos puentes, cientos… ¡NO, miles de candados!

En ese instante miró a su alrededor y descubrió que lo que decía aquel anciano era verdad, se veía rodeado por miles de candados, candados hasta donde alcanzaba la vista.

Cuando todos los turistas se alejaban le preguntó al anciano por dicha leyenda y este de mala gana se la volvió a contar, no le puso atención y el anciano al final decidió que no valía la pena perder su tiempo con un juglar de clase como se hacía llamar a los de su gremio, aunque los dos hicieran exactamente lo mismo, sólo que uno no era callejero.

Regresó de su viaje y fue con ella, desempolvaron la relación y con el paso de los meses lograron algo, pero él no sabía que hacer al respecto, y fue esa falta de pantalones y de decisión lo que hizo que lo dejara. Al poco tiempo no volvió a saber de ella y él regreso al viejo mundo. Encontró al vagabundo anciano que hacía años contó esa historia dormido en el mismo nodo del puente, le quito uno de sus candados, lo colgó en el barandal, se guardo las llaves en el bolsillo y se lanzó al río. La corriente no permitió escuchar si sobrevivió a la caída, se dice que lo logro y que ahora vive en una comuna debajo del puente.

Esa fue la última noche que le permitieron seguir contando sus historias, su maestro sabía de lo que hablaba cuando le decía que todos los colores debían permanecer dentro de su cuadro, no podía mezclar su vida con sus historias.

Río

sábado, 10 de septiembre de 2011

090911

“090911 …standing on a hill in the mountain of dreams, telling myself it's not as hard as it seems…”

Ese era el tatuaje que él llevaba en el hombro izquierdo, con tinta negra y sombreado en verde. Pocos conocían el origen de ese tatuaje, aunque a decir verdad sólo sabían la razón de la frase, el número permanecía en el misterio.

Era curioso ver el tatuaje, a simple vista podía darse cuenta uno que el número fue acoplado tiempo después, y que la frase había sido retocada en varias ocasiones para que no perdiera el color.

¿Por qué tienes ese número tatuado?

Larga historia, pero créeme, cuando te suceda algo que lo amerite también te tatuarás uno… No creo que igual, pero lo harás.

Esa era la única explicación que daba, y la verdad nadie entendía que era lo que eso quería decir. Sospechaban que era su número de tarjeta de banco, otros hablaban de que era un código templario (sí, por estúpido que suene) y otros tantos decían que era una fecha… ¿Una fecha? ¿Qué tenía de especial esa fecha? Claro, en caso de que verdaderamente fuera una fecha.

De ser así, eso fue ayer… ¿Qué sucedió ayer?